Mónica Martí , licenciada en Historia del Arte e Ingeniero Técnico agrícola, lleva más de 25 años dedicándose al paisaje y diseñando jardines, todos con alma.
“En mi trabajo –nos explica– lo más importante, es empatizar con el cliente , adaptarse a la arquitectura y sobre todo entender el lugar, tanto si se trata de una gran finca, una parcela, un ático o una terraza.” Para ella es importante encontrar el Genius loci, lo que antiguamente se conocía como el espíritu protector del lugar, y sacar lo mejor de cada espacio. Unas zonas lucirán desde el principio y en otras habrá que cultivar la paciencia para apreciar los resultados. Para esta paisajista amante de la naturaleza, el jardín es el lugar donde uno se siente bien, donde van floreciendo las especies deseadas, donde se rememoran los olores de la infancia. Es la zona de estar al aire libre, el lugar para compartir con la familia y con los amigos y puede ser más o menos formal, pero siempre a medida de quien lo disfruta. Cuando se trata de casas de campo recomienda vallar de la manera mas discreta posible, adora la vegetación de los márgenes (hinojos, moras, higueras, gramíneas, almendros, lentiscos y granados…) que son las que utiliza para cerrar.
El Mediterráneo es su seña de identidad y el hilo conductor de sus proyectos. Diseña en función de las disponibilidades de agua de cada sitio e intenta que los hinojos o las amapolas no se consideren “ malas hierbas”. Apreciar lo que ofrece un terreno y valorarlo es una cuestión de observación , atención y respeto. El resultado es lo que ella ha bautizado como “ la transparencia del lugar”. Y así son sus jardines, con cierres que se integran perfecta-mente con el entorno y con un cuidado diseño que a veces parece descuidado, pero en el que está todo muy pensado. “Es muy importante tener en cuenta el clima y la tierra, es absurdo poner césped en una zona donde hay poca agua o plantar especies tropicales en un clima mediterráneo.” Ella sabe potenciar al máximo las especies autóctonas que en definitiva son las que mejor crecen y las que menos cuidados necesitan. “Es como pintar un cuadro en la naturaleza pero con seres vivos», nos explica, mientras va dibujando con delicadeza la acuarela de su siguiente proyecto. Un cuadro de lo que después será otro cuadro natural.
