La Costa Brava se podría decir que perdió la virginidad paulatinamente, flirteando con segundas residencias desde principios del siglo XX. En los años 60 la orgía ya era inmensa y la llegada de turistas rubios y de piel blanca se perfilaba como el gran motor económico. Era un país que prometía sol, toros, sangría, sevillanas, playas encantadoras y buenos precios para tratar de maquillar lo que era en realidad: una tierra aún vigilada por guardias civiles, curas, mujeres vestidas de negro y alcaldes medio fieles a un dictador decadente. Pero también había gente que se quería ganarse la vida y veía al extranjero como una brisa fresca que traía, además de rock & roll y bikinis, un puñado de divisas para ayudar a olvidar un pasado en blanco y negro. Fueron dos décadas, las de los 60 y 70, en las que la transformación urbanística de la costa fue tan tremenda como las aventuras amorosas veraniegas que se vivieron, pensando sólo en el momento …
El fotógrafo Jordi Puig, establecido en Lladó, ha reunido en el libro Costa Brava Postales 1960’s-1970 s, editado por Úrsula Llibres, lo que seguramente es el mejor testimonio gráfico de esa época. Se trata de una recopilación de 600 postales a color, ordenadas por temáticas, en la que se puede ver cuál era la imagen que se quería dar al exterior. Sólo es una pequeña parte de la colección de casi 9.000 postales que Jordi Puig conserva, pero el trabajo de separarlas y ordenarlas ha valido la pena. No faltan imágenes de sartenes barrocas, de hoteles y urbanizaciones, de playas con los primeros bikinis o de sombreros mexicanos que se vendían sólo para hacer de la Costa Brava un lugar más exótico.
Aparte de las postales, unas citas de los periódicos de la época dan fe de los contrastes entre la moral imperante, el romanticismo bucólico y la diversión que se estaba viviendo. Una buena radiografía de un país en plena transformación y lleno de contradicciones que buscaba la libertad y modificaba un paisaje que antes era sólo de los pescadores.
Cadaqués, Empuriabrava, L’Escala o las discotecas de Platja d’Aro, nada se escapa en esta recopilación en el que Jordi Puig ha querido hacer un homenaje al arte postal, a sus fotógrafos, a sus tipografías ya la gente que participó de esta mutación. Y también nos hace reflexionar, con cierta nostalgia y sentido del humor, sobre aquella gran orgía turística que a veces parece que no tenga fin, ahora también en Instagram.
